Washington, 8 nov (PL) El candidato republicano Brian Kemp renunció hoy como secretario de estado de Georgia tras declararse ganador del cargo de gobernador, a pesar de que la contienda en ese territorio norteamericano aún está sin definir.
Cuando faltan algunas boletas por contar, la ventaja sobre su rival demócrata, Stacey Abrams, es muy estrecha, y el equipo de esta última considera que podría alcanzar votos suficientes para obligar a una segunda vuelta en el estado el 4 de diciembre.
Abrams hasta el momento no ha concedido la victoria a Kemp, y la agencia Associated Press, así como otras importantes organizaciones periodísticas, estiman que la carrera está aún muy reñida como para declarar un triunfo del republicano.
De acuerdo con la oficina del candidato del partido rojo, al mediodía de este jueves, cuando se hizo efectiva su dimisión, Kemp contaba con el 50,3 por ciento de los votos, y tenía una ventaja de 63 mil boletas sobre Abrams, quien aspira a convertirse en la primera gobernadora afronorteamericana del país.
Con el fin de obtener el cargo, el republicano tiene que contar con más de la mitad de los votos, por lo que de caer por debajo del 50 por ciento con los que faltan por contabilizar, deberá enfrentarse nuevamente en segunda vuelta a la aspirante del partido azul.
¿Por qué Brian Kemp se apresura a declararse a sí mismo como el ganador incluso cuando llegan votos adicionales que podrían cambiar el resultado?, expresó la campaña de la demócrata en un correo circulado esta mañana.
Sin embargo, Cody Hall, el secretario de prensa de la campaña de Kemp, indicó que su ventaja no se verá modificada por las boletas provisionales y en el extranjero que quedan por contar, pues es matemáticamente imposible para Abrams ganar o forzar una elección de desempate.
La renuncia de Kemp como secretario de estado pareció tener el objetivo de evitar una demanda federal presentada el martes, cuando se celebraron las elecciones de medio término, por el grupo sin fines de lucro Protect Democracy, que le exigió recusarse del cargo.
Ello se debió a que, desde su puesto, el republicano desempeñaba el doble papel de ser aspirante a gobernador y, al mismo tiempo, supervisar las elecciones del estado, lo cual fue muy criticado en Georgia y a nivel nacional.
Con frecuencia lo acusaron de usar su oficina para promover una campaña de supresión de votantes, a través de purgas de listas de electores y otras acciones disputadas, que incluyeron la puesta en espera de aproximadamente 50 mil registros, lo cual afectó en gran medida a la población afronorteamericana.